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72 horas en Paris (Parte I) (Organizando el Viaje)

enero 28, 2008

Bueno pues con la sana intención de ayudar a todos aquellos a los que les gusta viajar, he decidido postear aquí los pormenores de nuestro viaje a Paris realizado en Julio de 2006.

Fue uno de esos viajes organizado por nosotros, prácticamente todo a través de internet. Hicimos la reserva con unos dos meses y medio de antelación y nos salió bastante económico. Todo lo económico que se pueda esperar de una ciudad como Paris.

Lo primero fue la larga búsqueda de billetes baratos y alojamiento (sobretodo esto último). Al final optamos por ir Tenerife-Madrid con Spanair y luego ir Madrid-Paris(Orly) con Easyjet y lo mismo para la vuelta. En total los billetes nos costaron unos 217€ ida y vuelta por persona.

El alojamiento era otro cantar, en Paris todo es caro y el alojamiento no es una excepción. Puedes quedarte en hoteles buenos a precios aceptables a las afueras de la ciudad, sin embargo el gasto en tiempo y dinero de transporte no compensa. Yo no recomiendo a nadie quedarse en esos maravillosos hoteles que hay cerca del aeropuerto salvo que estés de paso y no vayas a ver Paris. En definitiva, después de muchos días buscando y rebuscando encontramos un hotel muy cerquita del Panteón y Notre Damme. No buscábamos grandes prestaciones sino un sitio limpio y una cama porque íbamos a pasar el día entero fuera. El resultado fue el Hotel du Commerce. Las fotos de la web evidentemente engañan, las proporciones son mucho más reducidas de lo que ahí aparentan por no hablar de la estructura del edificio en general. La verdad es que el sitio es de risa, las escaleras de madera parece que las hubiera hecho el mismo arquitecto que las escaleras de las Torres de Notre Damme. Y el carpintero que hizo las puertas de las habitaciones merece un premio, ni yo lo hubiera hecho tan mal.

Reservamos a través de la web la habitación más barata a 39€ la noche, eso significaba que teníamos que ir al WC que había en cada planta y ducharnos en las únicas dos duchas que había en el saloncito de la recepción. (Nota: las duchas salían 2€ por día y por persona si las pagabas todas juntas al llegar o 2€ por ducha y por persona si las pagabas según te fuese viniendo en ganas el ducharte o no (esto último es un concepto muy inglés). Personalmente esto de tener la ducha en la planta de abajo y esperar alguna que otra vez la cola para ducharse lo considero un inconveniente, pero una vez que te acostumbras te da igual, y si eres una persona extrovertida incluso acabas conociendo gente. Por cierto, que a pesar de que las duchas tenían bastante trasiego estaban muy limpias.

El hotel (que yo lo llamaría albergue), disponía además de una pequeña cocina con microondas y una nevera donde podías dejar las cosas (la nevera está siempre a tope y las cosas no están etiquetadas, allí cada uno sabe lo que es lo suyo). Es frecuente encontrarte a la gente desayunando o cenando en la mini cocina-comedor.

Realmente la reserva del hotel por internet fue la parte más tenebrosa del viaje. Pero tuvimos que confiar en el buen hacer del sistema de reservas. Lo curioso es que el sistema jamás nos cobró los 5 euros por gestión de servicio. Pero bueno, a nuestra llegada todo estaba correctamente y teníamos bien hecha la reserva de nuestra calurosa habitación con vistas a la ruidosa calle.

Nada más llegar a Paris (por fin, después de un largo viaje en avión), nos dimos cuenta de que la ciudad no esta preparada en absoluto para una ola de calor como la de este verano. En los vagones de metro podías morir asfixiado, si alguien osa quejarse de los vagones de Madrid es que jamás ha estado en Paris en plena ola de calor. Allí el aire es solo algo que una vez estuvo en tu imaginación. Pero bueno, todo esto viene a cuenta de que nuestra habitación era terriblemente calurosa, lo cual en el clima habitual de Paris está genial pero en nuestro caso fue un infierno. Teníamos que dormir con las ventanas abiertas, pero haciendo eso se metía todo el ruido de la calle porque nuestra ventana además estaba casi a nivel de calle. Di gracias a mi padre una y mil veces aquella noche por haberme dado dos pares de tapones para los oídos cinco minutos antes de salir hacia el aeropuerto aquella mañana.

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